sábado, 20 de julio de 2019

50.° aniversario del Apolo 11


Comienza la secuencia de ignición… 
6, 5, 4, 3, 2, 1, 0… Todos los motores en marcha. 
¡Despegue! Hemos despegado.

Hola, soy Mike Collins, astronauta de la misión Apolo 11. Hace 50 años, me embarqué con Neil Armstrong y Buzz Aldrin en una aventura que los llevó a la superficie de la Luna por primera vez en la historia de la humanidad. Yo me quedé en órbita a 96 kilómetros de distancia en el módulo de mando. Ese módulo nos llevaría de regreso a casa.

En la mañana del 16 de julio de 1969, luego de un buen desayuno, despegamos en un cohete. Neil, Buzz y yo teníamos una enorme responsabilidad.

Para que el ser humano pudiera llegar a la Luna, se necesitó la ayuda de aproximadamente 400,000 personas: desde ingenieros y programadores informáticos hasta quienes cosieron los trajes espaciales herméticos.

La computadora de a bordo nos parecía muy sofisticada, pero su potencia informática era bastante inferior a la tecnología que llevamos hoy en día en el bolsillo. La NASA trabajó con tres antenas en la Tierra: una en España, una en Australia y una en California (EE.UU.), por lo que nuestro equipo en Houston podía vernos en cualquier momento y guiarnos en nuestras trayectorias sin depender de la rotación de la Tierra.

Estábamos constantemente expuestos a la luz solar entre la Luna y la Tierra. Para regular la temperatura del Apolo 11, teníamos que realizar una maniobra que algunos llaman "rotación de parrilla", ya que rotábamos como un pollo al asador. 

La primera vez que vimos la Luna de cerca fue un espectáculo inolvidable. Era enorme. Por detrás, el Sol parecía una cascada y formaba un halo dorado que iluminaba por completo la ventana de la nave. Por más impresionante que fuera la vista desde cerca de esta Luna tan nueva, no se comparaba con la de la Tierra en miniatura. Ese fue el espectáculo principal: ver la Tierra desde lejos.

Luego de un descenso tenso, en el que casi se agota el combustible, Neil Armstrong y Buzz Aldrin aterrizaron en la Luna el 20 de julio de 1969.

Houston, aquí base Tranquilidad. El Águila ha alunizado. 

Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad. 

Neil y Buzz colocaron una bandera de Estados Unidos y una placa con el siguiente mensaje: "Aquí, habitantes del planeta Tierra pisaron la Luna por primera vez en julio de 1969 d.C. Vinimos en son de paz, en nombre de la humanidad".

Detrás de la Luna, estaba yo. Completamente solo, aunque no me sentía solo. De un lado, había 3,000 millones de personas más dos astronautas y, del otro, solamente yo.

Me sentía muy cómodo allí atrás. Hasta tenía café caliente para tomar.

Regresamos a la Tierra el 24 de julio de 1969 y aterrizamos en el océano Pacífico. Nos invitaron a hacer una gira internacional, y me sorprendió que, en todos los lugares donde estuvimos, el público decía: "Lo logramos. Nosotros; ustedes y yo. Los habitantes de este maravilloso planeta Tierra. Lo logramos".

Houston, aquí Mike Collins en el Apolo 11. Muchas gracias por acompañarme. Cambio y fuera.

miércoles, 12 de junio de 2019

Mitos del Apolo 11: #5 Trucos de Luz y Sombra

Buzz Aldrin en la superficie lunar. En el visor de Aldrin, se puede ver el reflejo de la sombra de Aldrin, el módulo de aterrizaje y a Neil Armstrong.

Otra conspiración común tiene que ver con el juego de luces y sombras en la Luna. Una de las más citadas tiene que ver con la oscuridad de las sombras. Si el Sol es la única fuente de luz, dicen los críticos, entonces las sombras deberían ser absolutamente negras porque no hay dispersión de luz en el aire para iluminarlas. Sin ninguna otra luz cayendo en el suelo, las sombras deberían ser completamente negras.

En la Tierra estamos acostumbrados a sombras que no son del todo negras. Esto se debe principalmente a nuestro cielo azul. El Sol proyecta una sombra muy bien definida, pero la luz del aire en el cielo ilumina el suelo sobre nuestra sombra, permitiéndonos ver los objetos que puedan haber ahí.

En la Luna, donde el cielo es negro, los críticos dicen que la superficie lunar a la sombra debería ser completamente negra. Si el Sol es la única fuente de luz, dicen ellos, la sombras deberían ser totalmente negras. Pero en las fotos de los astronautas vemos las sombras un poco iluminadas, como si hubiera otra fuente de luz. Obviamente, para los críticos, como las fotos fueron tomadas en un estudio de TV en la Tierra, la fuente de luz es el aire alrededor, dispersando la luz de un reflector.

Sin embargo, están claramente equivocados. Existe una fuente de luz en la Luna además del Sol y ya hemos dicho cuál es: la Luna. El cielo puede ser negro pero la superficie de la Luna es muy brillante y refleja la luz solar, iluminando las sombras. Esta es otra respuesta sencilla para los “misteriosos enigmas” que proponen los críticos.

Interesantemente, a veces las sombras en la superficie lunar también parecieran estar iluminadas. Irónicamente la fuente de luz muy seguramente son los mismos astronautas. Los trajes y la nave están bien iluminados por el Sol y la superficie lunar, y esa luz se refleja de vuelta a la superficie lunar, iluminando las sombras un poco. Esta misma técnica es la que usan los fotógrafos y camarógrafos que emplean esos reflectores que parecen paraguas para iluminar la escena que están grabando.

Sin embargo, si uno ve más cuidadosamente las fotografías el problema se complica más. En la famosa foto que Neil Armstrong le tomó de frente a Buzz Aldrin en la Luna cerca de la nave; vemos a Buzz iluminado por el Sol detrás y a la derecha. En su casco se refleja la imagen de Neil, las patas de la nave y varias sombras.

Esta imagen tiene gran importancia para los críticos. Da lugar a dos afirmaciones clave para sus ideas: por la manera que está iluminado el suelo queda claro que a Aldrin le han puesto un reflector, y por las sombras en su casco parece que el reflector está cerca.

Esta foto esta iluminada de manera inusual, pero no por ningún truco técnico. De hecho, la iluminación resulta de una propiedad particular de la superficie lunar: tiende a reflejar la luz de vuelta en la dirección que viene. Esto se denomina retrodispersión, y es muy fuerte en la Luna. Si uno encendiera una linterna allá, la luz se reflejaría de vuelta hacia uno. Sin embargo, alguien parado a la par casi no vería ninguna luz reflejada.

De hecho, casi seguramente hemos experimentado esto nosotros mismos. Uno podría pensar que la media luna es la mitad de brillante que una luna llena, pero estaría equivocado. La luna llena es casi 10 veces más brillante. Porque en luna llena, el Sol está brillando directamente detrás de uno, directo a la Luna. El suelo lunar luego devuelve la luz en nuestra dirección. Cuando hay media luna, la luz viene de un lado y se refleja mucho menos en nuestra dirección, y la luna parece más tenue.

Por eso parece que Aldrin tiene un resplandor. En el lugar donde está parado, la luz se refleja directo a la cámara de Armstrong. Pero más lejos de Aldrin la luz se aleja de la cámara, haciéndola ver más oscura. El efecto genera un resplandor de luz alrededor de Aldrin.

Uno puede ver este efecto de halo en una mañana cubierta de rocío. Si uno ve en dirección opuesta al Sol de manera que la sombra de su cabeza caiga en grama mojada, uno puede ver un resplandor de luz retrodispersada alrededor de la cabeza de la sombra, que se ve como un halo. También se puede ver en un suelo polvoriento, como en un diamante de béisbol. El efecto es llamativo. Este “resplandor” se ve en muchas fotos del Apolo, pero solo cuando el astronauta en la foto está de espalda hacia el Sol, tal y como uno espera que suceda. No hay reflector, es solo un poco de física, extraña pero natural.

El efecto contrario ocurre cuando uno maneja carro en una noche lluviosa. En pavimento mojado refleja la luz hacia adelante, lejos de uno. Los carros que vienen ven tus luces reflejadas en el suelo, mientras que uno apenas si ve sus propias luces en el camino adelante. La luz se va delante de uno, no regresa, haciendo más difícil ver el camino.

La segunda afirmación sobre la foto tiene que ver con las sombras. Si uno ve el vidrio de Aldrin, uno ve que las sombras no son paralelas. Si el Sol es la fuente de luz, todas las sombras deberían ser paralelas. En cambio, apuntan en diferentes direcciones, que significa que la fuente de luz debe estar cerca. Es decir, es un reflector.

Bueno, ya vimos que no hay tal reflector, así que debe ser el Sol. De hecho, esta afirmación también es muy fácil de refutar. Veamos las sombras reflejadas en el vidrio del casco. La curvatura distorsiona los objetos, como un lente ojo de pez o un espejo de circo. Las sombras se tuercen porque el vidrio es curvo. Eso es todo. No hay truco, simple óptica que todos han visto alguna vez en su vida.

Sin embargo, hay otras imágenes que no son reflejos, pero que igual parecen apuntar en diferentes direcciones. Recordemos, si el Sol es la única fuente de luz, las sombras deberían ser lineales y paralelas. Claramente, a veces no son paralelas. Para los críticos, claro está, esto es más evidencia de que las imágenes son falsas.

¿Alguna vez se ha parado en las vías del tren y ha notado que parecen unirse a la distancia? Esto es un efecto de perspectiva. Las vías del tren son paralelas, de nada servirían si estuvieran desviadas, pero nuestros ojos y cerebro interpretan que se juntan.

Lo mismo pasas con las fotos de la Luna. Las sombras parecieran no ser paralelas por la perspectiva. Cuando se compara la dirección de la sombras de dos objetos a distintas distancias, los efectos de la perspectiva pueden considerables. Uno lo ha visto al pararse cerca de un poste al atardecer y comparar su sombra con la del poste al otro lado de la calle. Las dos sombras parecen apuntar en direcciones muy diferentes. De verdad es extraño cuando se ve.

Pero esto es algo que uno puede experimentar en su propia casa y difícilmente pueda constituir evidencia de una conspiración mundial.

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Mitos del Apolo 11: #4 La Temperatura en la Luna


Relacionado al problema del polvo está el problema de la temperatura de la Luna. Las misiones Apolo ocurrieron durante la mañana lunar. Las mediciones en la superficie lunar muestran que la temperatura puede subir hasta los 120°C, ¡suficiente para hervir agua! Los críticos dicen que los astronautas no podrían haber soportado tanto calor.

Por un lado tienen razón: tanto calor habría matado a los astronautas. Sin embargo, los astronautas nunca estuvieron en ese calor.

La Luna gira alrededor de su eje cada 27 días, más o menos. Eso significa que el día lunar tiene cuatro semanas de duración, dos semanas de luz y dos semanas de oscuridad. Sin atmósfera para disipar el calor de la luz, el lado iluminado de la Luna se calienta bastante y el lado oscuro se enfría mucho, hasta -120°C.

Sin embargo, la superficie no se calienta instantáneamente cuando la ilumina el sol. Al amanecer la luz cae sobre la Luna con un ángulo muy pequeño, y no la calienta muy bien. Toma días para que la superficie lunar llegue a sus altas temperaturas, parecido a cómo el calor máximo en la Tierra ocurre hasta después que el Sol está en lo más alto. Los ingenieros de la Nasa, sabiendo esto, planificaron las misiones para que se realizaran en la mañana lunar, para que el Sol estuviera bajo en el cielo cuando alunizaran. Uno puede ver esto en las fotos que tomaron en la superficie; las sombras son largas, indicando que el Sol está bajo en el cielo.

De hecho, los trajes fueron diseñados para mantener frescos a los astronautas, pero no por el calor externo. En el vacío, es muy difícil deshacerse del propio calor corporal de los astronautas. Un astronauta dentro de un traje genera mucho calor, y ese calor debe perderse de alguna manera. Los trajes emplearon métodos ingeniosos para enfriar a los astronautas. Una manera era pasar agua fría en tubos cosidos en su ropa interior. El agua se calentaría, al absorber el exceso de calor, y luego iría a las mochilas donde el calor se podía disipar en el espacio.

Así que había un problema con la temperatura, pero interna, no externa. Otra conspiración desmentida rotundamente.

Además, el polvo en la superficie de la Luna es un malísimo conductor de calor. Los materiales pulverizados son así. Aunque el polvo se calentara con la luz solar, no podría transferir muy bien ese calor a los astronautas a través de sus botas. Curiosamente, aunque la superficie de la Luna llega a 120°C a medio día, el polvo solo se calienta así a baja profundidad, porque el calor no fluye bien más allá de esa profundidad. Debajo de ese nivel, la roca es eternamente fría, aislada por el polvo que tiene encima. El polvo se enfría rápido después de la puesta del Sol. Durante un eclipse lunar, cuando la Luna está en la sombra de la Tierra, se ha medido una caída muy rápida de la temperatura lunar. El polvo se enfría tanto como la roca debajo.

Ese frío lo experimentó el astronauta John Young del Apolo 16. Durante una caminata, el astronauta se dio cuenta de que las rocas que habían recogido eran bastante pequeñas. Quería una más grande para mostrarle a los científicos. Entonces tomó una roca de dos libras, y la puso debajo de la nave, a la sombra, mientras preparaba todo para el regreso a la Tierra. Cuando terminó, subió la roca a la nave y represurizó el módulo lunar.

Ahí se dio cuenta que necesitaba reacomodar un poco las piedras para balancearlas en la nave, para asegurarse que la nave no se moviera peligrosamente durante el despegue por el desequilibrio del peso. Ya se había quitado los guantes, y cuando tomó la roca grande que había puesto en la sombra ésta estaba exageradamente fría. Young tuvo suerte de que no se congelaran sus dedos. Cuando le contó su historia a Paul Lowman, geólogo de la Nasa, Lowman dijo que era la única vez que había escuchado la descripción de la temperatura de la Luna de alguien que la sintió de verdad.

Los críticos también dicen que la película fotográfica que los astronautas llevaron se habría derretido en el tremendo calor lunar. En realidad, ocurre lo contrario: el problema no es que se derrita; deben aislarla para que no se congele.

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Mitos del Apolo 11: #3 El Polvo en la Superficie Lunar

Los astronautas Neil Armstrong y Buzz Aldrin caminaron en la superficie lunar el 20 de julio de 1969.
La superficie de la Luna es polvorienta. Antes de que ninguna máquina se posara en la Luna, nadie sabía en realidad como era en sí la superficie. El análisis científico parecía indicar que la superficie de la Luna era rocosa e incluso podíamos determinar la composición de algunas rocas. Sin embargo, la textura de la superficie era desconocida. Algunos pensaban que la luz solar, con sus rayos ultravioleta y sin atmósfera que la filtrara, podía degradar las rocas y hacerlas polvo. Los impactos de micrometeoritos podría hacerlo también. Pero nadie sabía a ciencia cierta siquiera si había polvo o que tan profundo podía ser.

Cuando llegaron los primeros alunizajes de las naves soviéticas y estadounidenses, se supo que el polvo era de pocos centímetros de profundidad. Ese fue un gran alivio. Nadie quería que los astronautas del Apolo se hundieran en una trampa de arena.

El polvo de la Luna es muy peculiar. Es extraordinariamente fino, como harina. También es muy seco, como todo en la Luna. A diferencia de la Tierra, la Luna prácticamente no tiene agua en ninguna parte de la superficie.

No entender las propiedades de este polvo en un ambiente sin aire nos lleva a otra afirmación de los críticos, que tiene que ver con el alunizaje del módulo lunar, el extraño artefacto utilizado por los astronautas del Apolo para bajar a la Luna. El módulo tenía cuatro patas con discos en los extremos, y entre ellas había un poderoso cohete utilizado para frenar el descenso cuando el módulo se acercara a la superficie.

Los críticos aseguran que el cohete tenía una fuerza de 10 mil libras y por lo tanto debía hacer un cráter considerable en la superficie lunar. Además, toda esa fuerza movería todo el polvo debajo de él. ¿Como podían las patas de la nave y las botas de los astronautas dejar huellas en el polvo? Todo el polvo debía haberse soplado.

Ambas afirmaciones son equivocadas. Primero, el motor podía dar un máximo de 10 mil libras de fuerza, pero no era una simple llama que se quema al máximo cuando se enciende. El motor tenía un acelerador, que podía variar la cantidad de fuerza generada por el motor. Cuando iban en lo alto sobre la superficie, el astronauta a cargo de la nave pondría el acelerador al máximo, para frenar rápidamente. Sin embargo, al frenar la nave, se necesitaba menos fuerza para maniobrarla, y el astronauta soltaría el acelerador. Para cuando la nave alunizara, los astronautas trabajaban a 30% del máximo, suficiente para compensar el peso de la nave en la Luna.

Tres mil libras de fuerza suenan a mucho, pero el escape del cohete era grande. La campana era de casi metro y medio de ancho, dando un área total de casi 6 metros cuadrados. Esas 3 mil libras dispersadas sobre esa área, generaba una presión de apenas 1.5 libras por pulgada cuadrada, que en realidad es suave, menos incluso que la presión de las botas del astronauta en la superficie. Por eso es que no hay cráter debajo de la nave; la presión era muy baja como para hacer un hoyo.

La segunda afirmación sobre el polvo cerca de la nave es interesante. ¿Por qué había tanto polvo cerca de la nave que tanto la nave como los astronautas dejaron huellas? Esto va contra el sentido común, que dice que todo el polvo debió soplarse. Sin embargo, nuestro sentido común se basa en nuestras experiencias aquí en la Tierra, y es importante recordar que la Luna no es la Tierra.

De nuevo, recordemos que la Luna no tiene aire. Imaginemos un saco de harina que vaciamos en el piso de la cocina. Luego nos paramos en la harina, nos acercamos a corta distancia y soplamos tan fuerte como podamos.

Al terminar de toser y estornudar por la harina que se nos metió en la nariz vemos alrededor. Y vemos la harina regada por todo el piso, dispersada por nuestro aliento.

Pero también nos daríamos cuenta que algo de la harina se ha dispersado más lejos de lo que nuestro soplido puede empujarla. Es difícil soplar lo suficiente para empujar la harina a un metro de distancia porque un soplido apenas cubre unas decenas de centímetros antes de disiparse. Lo que lleva a la harina más lejos de lo que nuestro soplo puede es el aire que está en el salón. Uno sopla aire de sus pulmones, y ese aire desplaza el aire que está en el lugar, y ese aire transporta la harina más lejos de lo que un soplido podría.

Pero en la Luna no hay aire. El cohete del módulo era grande, pero solo podía soplar el polvo directamente debajo de sí. Un poco de ese polvo voló cientos de metros, pero, contrario a nuestra experiencia en la Tierra, el polvo apenas más allá de la inmediatez del cohete prácticamente no fue alcanzado. Quedó bastante polvo para dejar huellas. En realidad si se movió un poco más de polvo porque el polvo que mueve el cohete choca contra más polvo y lo mueve también. Así que el “hoyo” en el polvo era mayor que el tamaño del escape, pero no mucho mayor. Cabalmente, en las grabaciones del Apolo 11 se puede escuchar a Buzz Aldrin comentando que pueden “ver una polvareda” cuando se van acercando a la superficie. Neil Armstrong, que piloteaba la nave, manifestó que la polvareda le dificultaba ver qué tan rápido se movían sobre la superficie.

Algunos críticos también aseguran que no se podían dejar huellas en el polvo porque no hay agua, y se necesita que el polvo esté húmedo para poder tomar forma. Esto no tiene sentido. Por ejemplo, la harina es muy seca y uno puede ponerle una huella fácilmente. Esta afirmación es un disparate, y uno se pregunta cómo es que alguien puede creerla cuando es tan sencillo demostrar con un experimento que está equivocada. Por lo menos en este caso el sentido común te lleva a la respuesta correcta.

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Mitos del Apolo 11: #2 Sobrevivir la Radiación Espacial

Los dos cinturones de radiación alrededor de la Tierra: el cinturón interno (rojo) dominado por protones y el externo (azul) por electrones. 

En 1958 los EEUU lanzaron el satélite Explorer 1. Entre sus muchos descubrimientos, identificó una zona de radiación intensa sobre la Tierra que incia a 600 kilómetros de altura. El físico James van Allen fue el primero en interpretar correctamente esta radiación: estaba compuesta de partículas del viento solar atrapadas en el campo magnético de la Tierra. Como un imán que atrae limaduras de hierro, el campo magnético de la Tierra atrapa estos protones y electrones del viento solar, mateniéndolos en una serie de bandas en forma de donas que van hasta los 65 mil kilómetros sobre la Tierra. Estas zonas de radiación se llamaron posteriormente "cinturones de van Allen".

Estos cinturones implicaban un problema. La radiación que tenían era muy fuerte y podía dañar los instrumentos científicos que se pusieran en órbita. Peor aún, la radiación también podría dañar seriamente a cualquier humano en el espacio.

Cualquier electrónica instalada en satélites o naves debía protegerse de esta radiación. Las sofisticadas y delicadas partes de las computadoras debían resistir el embate de la radiación o quedarían inservibles casi de inmediato, sin posibilidad de reparación. Este fue un proceso difícil y costoso. Sorprende a las personas enterarse de que la computadora promedio en el espacio es unos diez años más antigua que la que se puede comprar en una tienda. Eso se debe al largo proceso para proteger las partes electrónicas de la radiación. La computadora de su casa quizás es más rápida que la que tiene el Telescopio Espacial Hubble, pero tal vez duraría solo unos 15 segundos en el espacio antes de convertirse en chatarra.

Los astronautas permanecen debajo de los cinturones de van Allen para no recibir una dosis letal de radiación. Las dosis que reciben si son elevadas comparadas con las que se reciben en el suelo, por supuesto, pero permanecer debajo de los cinturones reduce significativamente su exposición.

Los críticos dicen que la radiación de los cinturones de van Allen son otra evidencia. Ningún humano podría exponerse a las dosis letales de radiación y vivir para contarlo, dicen ellos. Los alunizajes debieron ser falsos.

Ya hemos visto anteriormente que la lógica no es el fuerte de los críticos. No sorprende que aquí también estén tan perdidos.

Por ejemplo, no comprenden los cinturones. Dicen que los cinturones “protegen” a la Tierra de la radiación, atrapándola en lo alto. Fuera de los cinturones, dicen, la radiación mataría a una persona rápidamente.

Eso no es así, por lo menos no del todo. Hay dos cinturones de radiación, uno interno y otro externo, con forma de donas. El interno es más pequeño, y tiene radiación más intensa y peligrosa. El externo es más grande pero tiene características menos peligrosas. Ambos cinturones atrapan partículas de viento solar, por lo que la radiación es mayor cuando un astronauta está adentro de los cinturones. El profesor van Allen dice que los ingenieros de la Nasa si estaban preocupados por la radiación en los cinturones. Para minimizar el riesgo, pusieron la nave Apolo en una trayectoria que apenas tocara la parte interna del cinturón bajo, exponiendo a las astronautas a la menor cantidad de radiación posible. Pasaron más tiempo en los cinturones externos, pero ahí la radiación no es tan alta. Las paredes metálicas de la nave protegieron a los astronautas de la peor parte. Además, contrario a lo que se piensa, no se necesita una cubierta de plomo para protegerse de la radiación. Hay difererentes tipos de radiación; las partículas alfa, por ejemplo, solo son en realidad nucleos de helio a gran velocidad que pueden detenerse con el vidrio de una ventana.

Una vez fuera de los cinturones de van Allen, contrario a lo que dicen los críticos, los niveles de radiación bajan, y los astronautas pudieron sobrevivir el resto del viaje a la Luna. Más allá de los cinturones estuvieron en un ambiente apenas mayor de radiación pero perfectamente seguro.

Pero sí existía un riesgo. En condiciones normales, el viento solar es un chorro estable de partículas solares. Sin embargo, existía el riesgo bastante real de las tormentas solares. Cuando ocurre una tormenta en la superficie del Sol, puede haber un aumento considerable en la cantidad de radiación que el Sol emite. Una tormenta de buen tamaño si puede matar a un astronauta, de manera dramática. En ese sentido, los astronautas estaban arriesgando su vida al ir a la Luna porque las tormenta solares son impredecibles. Si hubiera habido una tormenta grande podrían haber muerto, más lejos de casa que nadie más en la historia. Afortunadamente, la actividad solar era baja durante las misiones y los astronautas estuvieron a salvo.

Al final, en todo su viaje de ida y vuelta a la Luna, los astronautas recibieron, en promedio, menos de 1 rem de radiación, que es más o menos lo que una persona que vive en la playa acumula durante 3 años. Exponerse muchísimo tiempo podría ser peligroso, pero un viaje a la Luna dura solo unos días. Como no hubo tormentas solares, la exposición de los astronautas a la radiación estuvo dentro de los límites razonables.

Los críticos también dicen que la radiación debió dañar los rollos de película usados en las misiones. Sin embargo, la película estaba en latas metálicas, que la protegían de la radiación. Irónicamente, las cámaras modernas ya no usan película; utilizan sensores electrónicos de estado sólido, que son sensibles a la luz. Como con cualquier otra computadora, estos detectores también son muy sensibles a la radiación, y serían prácticamente inútiles en la Luna, aún en cajas metálicas. En ese sentido, la tecnología antigua hizo un mejor trabajo que el que haría la tecnología moderna.

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