Los dos cinturones de radiación alrededor de la Tierra: el cinturón interno (rojo) dominado por protones y el externo (azul) por electrones. |
En 1958 los EEUU lanzaron el satélite Explorer 1. Entre sus muchos descubrimientos, identificó una zona de radiación intensa sobre la Tierra que incia a 600 kilómetros de altura. El físico James van Allen fue el primero en interpretar correctamente esta radiación: estaba compuesta de partículas del viento solar atrapadas en el campo magnético de la Tierra. Como un imán que atrae limaduras de hierro, el campo magnético de la Tierra atrapa estos protones y electrones del viento solar, mateniéndolos en una serie de bandas en forma de donas que van hasta los 65 mil kilómetros sobre la Tierra. Estas zonas de radiación se llamaron posteriormente "cinturones de van Allen".
Estos cinturones implicaban un problema. La radiación que tenían era muy fuerte y podía dañar los instrumentos científicos que se pusieran en órbita. Peor aún, la radiación también podría dañar seriamente a cualquier humano en el espacio.
Cualquier electrónica instalada en satélites o naves debía protegerse de esta radiación. Las sofisticadas y delicadas partes de las computadoras debían resistir el embate de la radiación o quedarían inservibles casi de inmediato, sin posibilidad de reparación. Este fue un proceso difícil y costoso. Sorprende a las personas enterarse de que la computadora promedio en el espacio es unos diez años más antigua que la que se puede comprar en una tienda. Eso se debe al largo proceso para proteger las partes electrónicas de la radiación. La computadora de su casa quizás es más rápida que la que tiene el Telescopio Espacial Hubble, pero tal vez duraría solo unos 15 segundos en el espacio antes de convertirse en chatarra.
Los astronautas permanecen debajo de los cinturones de van Allen para no recibir una dosis letal de radiación. Las dosis que reciben si son elevadas comparadas con las que se reciben en el suelo, por supuesto, pero permanecer debajo de los cinturones reduce significativamente su exposición.
Los críticos dicen que la radiación de los cinturones de van Allen son otra evidencia. Ningún humano podría exponerse a las dosis letales de radiación y vivir para contarlo, dicen ellos. Los alunizajes debieron ser falsos.
Ya hemos visto anteriormente que la lógica no es el fuerte de los críticos. No sorprende que aquí también estén tan perdidos.
Por ejemplo, no comprenden los cinturones. Dicen que los cinturones “protegen” a la Tierra de la radiación, atrapándola en lo alto. Fuera de los cinturones, dicen, la radiación mataría a una persona rápidamente.
Eso no es así, por lo menos no del todo. Hay dos cinturones de radiación, uno interno y otro externo, con forma de donas. El interno es más pequeño, y tiene radiación más intensa y peligrosa. El externo es más grande pero tiene características menos peligrosas. Ambos cinturones atrapan partículas de viento solar, por lo que la radiación es mayor cuando un astronauta está adentro de los cinturones. El profesor van Allen dice que los ingenieros de la Nasa si estaban preocupados por la radiación en los cinturones. Para minimizar el riesgo, pusieron la nave Apolo en una trayectoria que apenas tocara la parte interna del cinturón bajo, exponiendo a las astronautas a la menor cantidad de radiación posible. Pasaron más tiempo en los cinturones externos, pero ahí la radiación no es tan alta. Las paredes metálicas de la nave protegieron a los astronautas de la peor parte. Además, contrario a lo que se piensa, no se necesita una cubierta de plomo para protegerse de la radiación. Hay difererentes tipos de radiación; las partículas alfa, por ejemplo, solo son en realidad nucleos de helio a gran velocidad que pueden detenerse con el vidrio de una ventana.
Una vez fuera de los cinturones de van Allen, contrario a lo que dicen los críticos, los niveles de radiación bajan, y los astronautas pudieron sobrevivir el resto del viaje a la Luna. Más allá de los cinturones estuvieron en un ambiente apenas mayor de radiación pero perfectamente seguro.
Pero sí existía un riesgo. En condiciones normales, el viento solar es un chorro estable de partículas solares. Sin embargo, existía el riesgo bastante real de las tormentas solares. Cuando ocurre una tormenta en la superficie del Sol, puede haber un aumento considerable en la cantidad de radiación que el Sol emite. Una tormenta de buen tamaño si puede matar a un astronauta, de manera dramática. En ese sentido, los astronautas estaban arriesgando su vida al ir a la Luna porque las tormenta solares son impredecibles. Si hubiera habido una tormenta grande podrían haber muerto, más lejos de casa que nadie más en la historia. Afortunadamente, la actividad solar era baja durante las misiones y los astronautas estuvieron a salvo.
Al final, en todo su viaje de ida y vuelta a la Luna, los astronautas recibieron, en promedio, menos de 1 rem de radiación, que es más o menos lo que una persona que vive en la playa acumula durante 3 años. Exponerse muchísimo tiempo podría ser peligroso, pero un viaje a la Luna dura solo unos días. Como no hubo tormentas solares, la exposición de los astronautas a la radiación estuvo dentro de los límites razonables.
Los críticos también dicen que la radiación debió dañar los rollos de película usados en las misiones. Sin embargo, la película estaba en latas metálicas, que la protegían de la radiación. Irónicamente, las cámaras modernas ya no usan película; utilizan sensores electrónicos de estado sólido, que son sensibles a la luz. Como con cualquier otra computadora, estos detectores también son muy sensibles a la radiación, y serían prácticamente inútiles en la Luna, aún en cajas metálicas. En ese sentido, la tecnología antigua hizo un mejor trabajo que el que haría la tecnología moderna.
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