miércoles, 12 de junio de 2019

Mitos del Apolo 11: #4 La Temperatura en la Luna


Relacionado al problema del polvo está el problema de la temperatura de la Luna. Las misiones Apolo ocurrieron durante la mañana lunar. Las mediciones en la superficie lunar muestran que la temperatura puede subir hasta los 120°C, ¡suficiente para hervir agua! Los críticos dicen que los astronautas no podrían haber soportado tanto calor.

Por un lado tienen razón: tanto calor habría matado a los astronautas. Sin embargo, los astronautas nunca estuvieron en ese calor.

La Luna gira alrededor de su eje cada 27 días, más o menos. Eso significa que el día lunar tiene cuatro semanas de duración, dos semanas de luz y dos semanas de oscuridad. Sin atmósfera para disipar el calor de la luz, el lado iluminado de la Luna se calienta bastante y el lado oscuro se enfría mucho, hasta -120°C.

Sin embargo, la superficie no se calienta instantáneamente cuando la ilumina el sol. Al amanecer la luz cae sobre la Luna con un ángulo muy pequeño, y no la calienta muy bien. Toma días para que la superficie lunar llegue a sus altas temperaturas, parecido a cómo el calor máximo en la Tierra ocurre hasta después que el Sol está en lo más alto. Los ingenieros de la Nasa, sabiendo esto, planificaron las misiones para que se realizaran en la mañana lunar, para que el Sol estuviera bajo en el cielo cuando alunizaran. Uno puede ver esto en las fotos que tomaron en la superficie; las sombras son largas, indicando que el Sol está bajo en el cielo.

De hecho, los trajes fueron diseñados para mantener frescos a los astronautas, pero no por el calor externo. En el vacío, es muy difícil deshacerse del propio calor corporal de los astronautas. Un astronauta dentro de un traje genera mucho calor, y ese calor debe perderse de alguna manera. Los trajes emplearon métodos ingeniosos para enfriar a los astronautas. Una manera era pasar agua fría en tubos cosidos en su ropa interior. El agua se calentaría, al absorber el exceso de calor, y luego iría a las mochilas donde el calor se podía disipar en el espacio.

Así que había un problema con la temperatura, pero interna, no externa. Otra conspiración desmentida rotundamente.

Además, el polvo en la superficie de la Luna es un malísimo conductor de calor. Los materiales pulverizados son así. Aunque el polvo se calentara con la luz solar, no podría transferir muy bien ese calor a los astronautas a través de sus botas. Curiosamente, aunque la superficie de la Luna llega a 120°C a medio día, el polvo solo se calienta así a baja profundidad, porque el calor no fluye bien más allá de esa profundidad. Debajo de ese nivel, la roca es eternamente fría, aislada por el polvo que tiene encima. El polvo se enfría rápido después de la puesta del Sol. Durante un eclipse lunar, cuando la Luna está en la sombra de la Tierra, se ha medido una caída muy rápida de la temperatura lunar. El polvo se enfría tanto como la roca debajo.

Ese frío lo experimentó el astronauta John Young del Apolo 16. Durante una caminata, el astronauta se dio cuenta de que las rocas que habían recogido eran bastante pequeñas. Quería una más grande para mostrarle a los científicos. Entonces tomó una roca de dos libras, y la puso debajo de la nave, a la sombra, mientras preparaba todo para el regreso a la Tierra. Cuando terminó, subió la roca a la nave y represurizó el módulo lunar.

Ahí se dio cuenta que necesitaba reacomodar un poco las piedras para balancearlas en la nave, para asegurarse que la nave no se moviera peligrosamente durante el despegue por el desequilibrio del peso. Ya se había quitado los guantes, y cuando tomó la roca grande que había puesto en la sombra ésta estaba exageradamente fría. Young tuvo suerte de que no se congelaran sus dedos. Cuando le contó su historia a Paul Lowman, geólogo de la Nasa, Lowman dijo que era la única vez que había escuchado la descripción de la temperatura de la Luna de alguien que la sintió de verdad.

Los críticos también dicen que la película fotográfica que los astronautas llevaron se habría derretido en el tremendo calor lunar. En realidad, ocurre lo contrario: el problema no es que se derrita; deben aislarla para que no se congele.

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