sábado, 6 de septiembre de 2014

La Leyenda Maya del Jaguar



Hace muchos años, en la selva del Petén, todos los animales eran grandes amigos; el pizote, el venado, el pajuil, el cochemonte, el cocodrilo y el mico se trataban con respeto y no se comían entre ellos, sino que se alimentaban de hierbas, frutas y semillas.

Uno de los animales más admirados era el jaguar, que en ese entonces no tenía manchas.

Todos admiraban al jaguar. Su piel amarilla brillaba deslumbrante pues a cada rato la limpiaba con su lengua; después se acercaba a la aguada para deleitarse viendo su hermoso reflejo en el agua. En realidad era un animal muy bello, pero también muy presumido: “Nadie tiene una piel tan perfecta como la mía”, murmuraba mientras pasaba junto a los demás animales.

En una ocasión, unos micos encontraron un gran árbol de aguacate y, felices, comenzaron a comer los frutos maduros que había en el suelo.

Estaban tan contentos que empezaron a jugar lanzándose los aguacates entre ellos. El ruido que hacían atrajo a los demás animales que llegaron curiosos a ver lo que sucedía.

El jaguar se acercó demasiado a los micos y entonces uno de ellos, bromeando, le tiró un aguacate que le manchó todo el lomo. Los animales se empezaron a reír, pero el jaguar, sintiéndose humillado se enfureció, capturó al mico que lo había ridiculizado y lo llevó a su cueva para comérselo. Los micos y los demás animales huyeron atemorizados.

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Cerca de ahí, en el centro de la selva petenera, vivía Yum Kaax, el Señor del Monte, quien era el protector de los animales y las plantas. Los micos corrieron a buscarlo para contarle lo que había sucedido y pedirle su ayuda.

Yum Kaax los calmó diciendo: —Le daremos una lección a ese presumido que se molestó por un simple juego y hasta se comió a uno de ustedes.

Acto seguido mandó llamar a los cochemontes para ordenarles que ayudaran a los micos a castigar al jaguar.

A la mañana siguiente, los cochemontes más fuertes llegaron a la cueva del jaguar y lo obligaron a salir de ahí; amenazantes, lo persiguieron hasta un árbol de zapotes negros, donde los micos estaban trepados esperándolo.

Cuando tuvieron al jaguar debajo del árbol, los micos le tiraron los frutos, manchándole toda la piel. El felino escapó hacia la aguada para bañarse y quitarse las manchas, pero al salir se dio cuenta de que éstas no se quitaban, pues eran manchas mágicas de Yum Kaax.

El jaguar rugió como nunca lo había hecho y amenazó a los micos y a los cochemontes con comérselos cada vez que los encontrara en su camino.

—¡Desde ahora ustedes serán mis enemigos y no los dejaré nunca en paz! —gritó.

Fue así como el jaguar obtuvo las manchas que lo caracterizan, y a partir de entonces los animales comenzaron a vivir escondiéndose de él. Mientras que el árbol de zapotes negros se le conoció como ta'uch, que en maya quiere decir “caca de mico”.

Durante algún tiempo los micos y los cochemontes eran capturados por el jaguar con mucha facilidad. Yum Kaax, al darse cuenta del problema, los llamó para ofrecerles ayuda.

—Veo que las cosas han cambiado desde que el jaguar obtuvo sus manchas —les dijo—. Estoy de acuerdo en que todos los animales luchen por conseguir su comida para sobrevivir, pero también entiendo que ustedes están en desventaja, porque él es mucho más fuerte y peligroso. 

—Por eso —prosiguió— deberán actuar siempre con cautela e inteligencia para no ser atrapados. A ustedes los micos les voy a poner largas colas para que puedan colgarse de las ramas de los árboles y moverse con agilidad en ellos.

A ustedes los cochemontes les daré una piel más gruesa, muy resistente y unos colmillos filosos para que puedan defenderse adecuadamente. Así el jaguar lo pensará dos veces antes de atacarlos como lo hace ahora.

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De inmediato, los micos y cochemontes obtuvieron los regalos que les ofreció Yum Kaax. Se despidieron de él muy agradecidos y se internaron en la selva petenera.

Ahora los micos ya no bajan tanto de los árboles, pues aprendieron a vivir casi por completo arriba de ellos. Cuando el jaguar comienza a trepar por el tronco de un árbol, los micos gritan y se lanzan a otro árbol con la ayuda de su cola y así evitan ser atrapados.

Los cochemontes siguieron viviendo en la tierra, pero ahora cuando ven al jaguar se agrupan y se defienden con gran valentía gracias a su gruesa piel y peligrosos colmillos.

Por su parte, el jaguar, necesita trabajar más para obtener su comida. Aprendió a no ser tan vanidoso y a vivir siempre oculto entre las plantas. Sólo así puede sorprender a sus presas cuando menos se lo esperen.

Sin embargo, el jaguar siguió siendo temido y admirado, no sólo por los animales, sino también por los antiguos mayas, para quienes simbolizaba poder y ferocidad.

Lo tenían presente al construir sus templos y elaborar sus vestimentas, porque todos buscaban ser tan majestuosos como él, con su lustrosa piel y sus manchas que representaban a las estrellas.

Por eso, cuando estés en esta tierra, no te olvides de comer un rico zapote negro con miel cuando visites en el zoológico al jaguar, el animal sagrado del Mundo Maya.

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