Coco introduce un segundo tipo de muerte más allá del biológico, la muerte simbólica al ser olvidado. Una vez ya no queda nadie que te recuerde, desapareces del mundo de los muertos, muriendo una segunda vez.
La segunda muerte tiene que ver
únicamente con nuestra relación con los demás.
En Coco, son los recuerdos de la gente
los que marcan la diferencia entre la vida y la muerte.
Una manera interesante de verlo es a
través de la perspectiva del filósofo Jean Baudrillard, que habla
de la muerte como una forma de interacción social.
En la cultura occidental la muerte se
ve a través de la ciencia al punto de que actualmente pensamos en la
muerte como un fenómeno eminentemente biológico. Cuando tu corazón deja de latir y tu
cuerpo se empieza a descomponer, estás muerto.
Baudrillard compara esto con ciertas
culturas no occidentales en las que la muerte tiene una relación
simbólica de intercambio con los vivos; en estas culturas, no solo
la muerte se da y es recibida por los vivos, sino que los muertos la pueden recibir y dar también.
Coco explora este sistema de
intercambio mutuo entre vivos y muertos. Miguel necesita la ayuda de
sus parientes para regresar al mundo de los vivos, pero ellos también
lo necesitan a él. Héctor hace un trato con Miguel para
llevar su foto a la ofrenda a cambio de su ayuda para volver a casa,
y los otros personajes vivos interactúan con sus ancestros aunque no
puedan verlos. Comen en el cementerio, traen ofrendas y de verdad
honran a los difuntos.
Es solo este intercambio el que evita
que los muertos experimenten la segunda muerte que ocurre cuando ya
nadie los recuerda.
Baudrillard dice que, en la mayoría de
pueblos occidentales, ese tipo de intercambio en doble vía entre los
vivos y los muertos no existe. “Los muertos” no son un grupo con
el que los vivos puedan interactuar, y mientras más obsesionado está
un pueblo con “la razón”, menor es el rol de los muertos.
A los muertos que recordamos los
ponemos en billetes y en libros y aprendemos de ellos en la clase de
historia, pero no pensamos en una convivencia. No esperamos nada de
ellos y tampoco les ofrecemos nada a cambio. La idea en si misma
suena muy extraña.
Pero esta eliminación de los muertos
de nuestras convivencias sociales cambia la forma de nuestra
cultura.
Luego Budrillard dice que cuando los
muertos no interactuan con los vivos se “borran”. Vemos esto en
la película, cuando los individuos dejan de existir solo hasta que
ya no tienen parientes vivos que participen en ese intercambio de
recuerdos y celebraciones.
Chicharrón, la única persona que
vemos experimentar una segunda muerte, ya no deja atrás un cuerpo, como cuando
murió biológicamente. Su esqueleto se borra y todo lo que queda de
él es su guitarra y una pila de objetos en su hamaca.
Pero si bien la memoria es suficiente
para salvar a los muertos de su extinción total, sufren cuando no
pueden regresar con los vivos y convivir con su familia. La memoria
es importante, pero los vivos deben estar dispuestos a dar más que
eso.
Para Baudrillard, este toma y daca
entre la vida y la muerte significaría que morir y nacer no son
necesariamente opuestos, también son parte de este gran sistema de
intercambio, y la muerte puede intercambiarse por vida a través de
las interacciones sociales. Y aunque Baudrillard no se refiere a la película, el
paso de Hector de estar olvidado a ser celebrado por sus
descendientes es, de cierta manera, un forma de renacimiento. Aunque
todavía no se ha hecho polvo, está en riesgo de ser borrado cuando
Coco lo olvide, y el chispazo de su memoria lo vuelve a la vida,
aunque, biológicamente, sigue muerto como una piedra.
La razón por la que el público llora
cuando Miguel canta “Recuérdame” al final de la película es, no
solo la conexión entre Coco y su papá que extraña tanto, sino
también porque es una invitación a no olvidar a los muertos.
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