sábado, 24 de mayo de 2025

El Evangelio Según Wesley: Gracia Transformadora y Entera Santificación

El evangelio, según la tradición wesleyana, es la buena noticia de que, por medio de Jesucristo, Dios ofrece salvación gratuita a todos. Pero no se trata solo de ser perdonados; es una transformación completa, la restauración del ser humano por medio de la justificación, el nuevo nacimiento y la santificación. Juan Wesley predicaba un evangelio de gracia y crecimiento, una gracia que salva, pero también una gracia que nos capacita para vivir en santidad.

Esa gracia empieza incluso antes de que la persona dé el primer paso. Wesley enseñaba que existe una gracia preveniente (la que “se adelanta”) que despierta el corazón, nos confronta con nuestro pecado y nos abre la posibilidad de volvernos a Dios con fe. Visto así, el evangelio no es solo una oferta lanzada al aire sino una búsqueda activa; es Dios quien sale a nuestro encuentro antes de que nosotros lo busquemos a Él.

Para comprender el evangelio del Nuevo Testamento hay que mirarlo dentro de la gran historia del pacto de Dios con su pueblo, una historia que culmina en la vida, muerte y resurrección de Jesús. Solo dentro de ese relato divino se entiende el llamado al arrepentimiento, a la fe y a la santidad. La salvación no es una vía de escape individual, sino una invitación divina a ser hechos nuevos y a vivir amando a Dios y al prójimo.

Pasajes como Efesios 2:8–9 (“por gracia sois salvos por medio de la fe”), Romanos 5:1 (justificación por la fe), y Tito 2:11–14 (la gracia que nos enseña a vivir con rectitud), expresan esta visión del evangelio con profundidad. Wesley no veía estos textos solo como declaraciones de lo que Dios ha hecho, sino también como testimonio de lo que Dios sigue haciendo en el corazón del creyente, moldeándonos a la imagen de Cristo por medio del Espíritu.

La respuesta al evangelio es clara, dejar atrás el pecado, creer en Cristo y recibir el testimonio interior del Espíritu. Y esa certeza interna se fortalece a través de los medios de gracia: la oración, la lectura de la Palabra, la Cena del Señor, el ayuno y la comunión cristiana. Wesley no veía estas prácticas como obligaciones secas, sino como canales vivos por donde fluye la gracia que sigue transformando el alma.

Los frutos son hondos y duraderos, paz con Dios, seguridad de salvación, un corazón renovado por el amor, y vida eterna. Este evangelio no solo nos lleva al cielo; trae el cielo a nuestra vida, un anticipo de la gloria, gracias a la presencia y el poder del Espíritu que habita en nosotros.

En todas las épocas, incluida la nuestra, este evangelio necesita predicarse de manera que conecte con las verdaderas necesidades humanas, espirituales, emocionales y sociales. Wesley fue un ejemplo vivo de eso, se acercó a los pobres, a los enfermos y a los olvidados, mostrando que el evangelio no solo salva almas, también transforma sociedades.

Pero ojo, hay que tener cuidado con los atajos. Un evangelio a medias es aquel que ofrece perdón pero no poder, gracia sin cambio de vida. Y un evangelio torcido es el legalismo (querer ganarse la salvación) o el libertinaje (gracia barata). Wesley advirtió contra ambos, insistiendo en que la fe verdadera siempre se expresa en amor y lleva a una vida santa.

Vivir de acuerdo con el evangelio, entonces, es caminar en el Espíritu, practicar obras de misericordia y de piedad y crecer en el amor perfecto. Para Wesley, la vida cristiana no termina en la conversión; eso apenas es el comienzo. El camino sigue hacia la entera santificación, un corazón completamente orientado hacia Dios y hacia el prójimo. Es llegar a ser, en palabras del propio Wesley, un “cristiano por completo”, no solo de nombre o creencias, sino de corazón y de vida. Ese es el evangelio wesleyano una gracia que salva hasta lo más profundo y que santifica hasta el final.

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