miércoles, 4 de noviembre de 2015

Resumen "Hombres de Maíz" de Miguel Ángel Asturias

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La acción en Hombres de Maíz está dividida en dos periodos. En la primera parte de la novela Gaspar Ilom se enfrenta a los maiceros que queman el monte y explotan la tierra despiadadamente. Según los indigenas de Guatemala, los primeros hombres en ser creados, sus ancestros, fueron hechos de maíz. Por eso, este grano es sagrado; puede consumirse pero nunca explotarse, comerse pero nunca venderse. Los maiceros, sin embargo, preferían las ganancias que las tradiciones, una actitud contraria a la de los campesinos tanto moral como éticamente. Es por esto que Gaspar y sus guerrillas indígenas se rebelan contra ellos y salen victoriosos hasta que los maiceros llaman a la montada. Con la ayuda de un traidor indígena, Machojón, y especialmente su esposa, Vaca Manuela, el comandante de la montada lleva a Gaspar y a sus hombres a una fiesta. Durante la celebración, Vaca Manuela engaña a Gaspar para que tome veneno, pero Gaspar se mete al río y logra “apagarse la sed del veneno en las entrañas”. Regresa después del amanecer, solo para descubrir que sus hombres habían sido aniquilados por la montada. Gaspar se arroja al río nuevamente, y los maiceros regresan a las montañas de Ilom, sin percatarse que les ha caído una maldición. Los brujos de conejos amarillos que acompañaron a Gaspar condenan a todos los perpetradores de la matanza a morir antes de que pasen siete años. Uno por uno, en los capítulos siguientes, todos son castigados. Machojón y su esposa mueren en el incendio de sus maizales. Su hijo desaparece misteriosamente en una nube de luciérnagas cuando iba a pedir a su novia. El hombre que vendió el veneno que le dieron a Gaspar fue decapitado junto a toda su familia y finalmente el coronel Godoy y sus soldados fueron consumidos por “llamas en forma de manos ensangrentadas” que “se pintaban en las paredes del aire”.



La segunda parte de la novela describe las aventuras de tres hombres cuyas vidas se entrelazan. El primero, Goyo Yic, un limosnero ciego, cuya esposa, María, lo abandona poque han tenido muchos hijos. Goyo no puede vivir sin ella y busca la ayuda de un herbolario que quita la ceguera de sus ojos. Sin embargo, el nunca ha visto a María. Por eso, se vuelve achimero y viaja de feria en feria ofreciendo sus mercancías a las mujeres para escuchar sus voces y un día, el espera, reconocer así a su esposa desaparecida. Goyo invoca a Tatacuatzin, santo patrón de los achimeros, para guiarlo en su búsqueda, pero sin éxito. Una noche, el observa su sombra a la luz de la luna, y “era ver la sombra de una tacuatzina”. La luz de la luna lo transforma de hombre en animal. Se mete tanto en el bosque como fugitivo que su pellejo se pone negro. Un día es atraído por las luces y las risas de la gran feria de Santa Cruz de las Cruces. Entonces regresa al mundo de los hombres y se junta con un tal Domingo Revolorio y comienzan una venta de licor. Compran un garrafón y se turnan para llevarlo en la espalda a una feria lejana. Es un día caluroso y se cansan rápido. Empiezan a venderse tragos entre sí, hasta que bolos pierden su permiso y los meten a la cárcel por vender licor sin licencia.

Pasa el tiempo. La gente repite y preserva la leyenda del ciego y su esposa fugitiva, María Tecún, inmortalizándola al referirse por “tecunas” a todas las que se van huyendo. Un día la mujer de Nicho Aquino, el cartero del pueblito de San Miguel de Acatán, desaparece repentinamente. Nicho se pone triste y se embola para olvidar y recordar. En su siguiente viaje a la capital, con su mochila a la espalda, conoce a un anciano arrugado con manos negras que le ofrece decirle dónde está su mujer. Nicho lo sigue hasta unas cuevas donde el viejo le da vida a la historia de la creación de los mayas. Le cuenta a Nicho por qué el maíz es sagrado y le explica la importancia de la muerte de Gaspar Ilóm y el ciclo de retribución que tiene como consecuencia. Nicho aprende. Luego de descubrir sus orígenes, vuelve en sí. Por un momento se vuelve coyote, su nahual, o animal protector.

Mientras tanto, en San Miguel, la gente de pueblo se preocupa por el cartero -especialmente por sus cartas- que tal vez nunca lleguen su destino. Entones mandan al arriero, Hilario Sacayón, a buscar a Nicho y orientarlo. Hilario mira por todos lados y en el camino piensa en la diferencia entre la realidad y la ficción, pero nunca encuentra a Nicho. Aquel cartero termina quemando la correspondencia y huyendo a la costa, donde se convierte en empleado de la propietaria de un hotel. Uno de sus trabajos era llevar a la gente al Castillo del Puerto, habilitado como prisión, donde Goyo Yic está cumpliendo condena por vender licor sin licencia. Otra vez han pasado muchos años. El hijo de Goyo también cumple una condena en esa prisión. Un día su madre, María Tecún, viene a visitarlo. Nicho la lleva al lugar y se sorprende de que la mujer que conoce como leyenda en realidad existe. Los miembros de la familia Yic se reunen, y cuando el hombre sale libre, todos regresan a cultivar la milpa en el Pisigüilito, donde todo comenzó. Este es el clímax de la historia. El hombre, ciego por un tiempo a las tradiciones antiguas que lo atan a la tierra, regresa a cultivar la sustancia sagrada de la que está hecho. A través del entendimiento de las relaciones entre personas y la naturaleza se puede recrear el mundo. El sacrificio de Gaspar no es en vano si ha logrado acabar con los sanguinarios (los maiceros) que impiden a los hombres de maíz llevar a cabo sus ocupaciones más fundamentales.

Asturias quería influenciar a sus lectores. Escribió Hombres de Maíz durante un periodo de gran optimismo en Guatemala. Juan José Arévalo había sido elegido presidente en 1945, y había promulgado leyes sociales controversiales para regresar la tierra a los campesinos desposeídos, organizar cooperativas y sentar las bases para una reforma agraria. Hombres de Maíz pone en ficción los cambios que Arévalo estaba impulsando en la realidad. Asturias esgrime palabras—igual que Hilario—para crear la realidad. Su idea era presentar en ficción (a través de personajes emblemáticos) el plan para una sociedad cuyas raíces se remontan a los días de la gran civilización maya y anuncian, al mismo tiempo, la comunidad progresista ideada por Juan José Arévalo.

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