viernes, 24 de junio de 2016

Miguel Ángel Asturias, el Boxeador


Como de costumbre, nos acercamos a la cantina que Amador Carballido y ahora sus herederos mantuvieron en la diecisiete calle y octava avenida de la zona uno. Siempre la visitábamos después de la emisión del Diario del Aire. Pues en esa ocasión, apareció el propietario muy enojado con una persona que seguramente estaba a su servicio y a quien estaba llamando la atención en forma airada y con grandes gritos. Quien sabe qué asunto le reclamaba al pequeño indígena, que lo miraba muy asustado, en vista que hasta le ofreció golpearlo. Era tanta la algarabía que no podíamos hablar tranquilamente. De pronto, se levantó Asturias de la silla y se dirigió hacia donde estaba Carballido. Sin mediar palabra alguna, le disparó una bofetada a la mandíbula que lo hizo caer desmayado. Hubo sobresalto entre los empleados del bar y entre los parroquianos. Al boxeador célebre lo había tumbado un poeta también célebre. Los empleados trataron de reanimarlo regándole agua en el rostro y en verdad a los pocos instantes el enorme boxeador se levantó del suelo, todavía atontado. Todos esperaban que se armara una terrible bronca entre los dos, pero no. Carballido, que siempre fue un caballero, se aproximo a nuestra mesa para decir:

—Miguelón, hiciste conmigo lo que nadie pudo hacer ne el ring. Dame un abrazo porque has noqueado al Campeón Nacional de Boxeo de Guatemala.

Ambos se abrazaron y Carballido nos brindó una botella de whisky. Así terminó la aventura, aunque todavía recuerdo las palabras de Asturias en aquel momento:

—Te estimo muchísimo, querido Carba... pero no soporto que un hombrón como vos lastime a una persona que es verdaderamente indefensa... Por eso te golpee y perdoname, hermano...

 Ambos siguieron siendo grandes y buenos amigos.

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