"Clarivigilia Primaveral" de Miguel Ángel Asturias, en adaptación libre para niños.
Cuando toda esta historia empezó era
de noche. No había nada. Sólo el cielo estaba lleno de luceros.
Entonces, el Ambimano Tatuador de Mundos creó el universo, el arte y
también a los artistas.
Si lees con atención, te contaré cómo
era el Ambimano. El era un creador. Tenía dos manos, una era de
sueño y la otra mano era de realidad. En los dedos usaba muchas
joyas y, en lugar de ojos, dos girasoles tenía. Se vestía con
túnica blanca de seda y caminaba con muchos pies. Sobre sus hombros
colocaba un plateado manto de arena que el viento se encargaba de
mecer.
Por mucho tiempo estuvieron trabajando
todos los artistas que fueron creados por Ambimano; "clarivigilantes,
claridormidos, claridespiertos" se mantenían: los poetas con
"los cantos en remojo", los escultores con "las
piedras en remojo", los músicos con "los sonidos en
remojo".
Así, todos se esmeraban por lograr sus
mejores obras, mientras los dioses, "asomados a los luceros, que
son los ojos de la noche", observaban tanta belleza.
Pero un día sucedió que alguien se
enojó porque los artistas sólo inventaban "mundos de sueños"
—dijo.
Ese alguien era Cazador de Aire. Este
era un ser poderoso, cubierto de plumas, que dormía bajo las
acacias; aullaba para despertar al silencio y se desplazaba por los
cielos con la vanidad de un pavo real.
Al Cazador del Aire le disgustaban los
artistas, por eso se armó con escudo y flechas y los persiguió con
furia hasta encontrarlos y hacerlos desaparecer.
En mis manos desaparecieron los que
tenían "crianza de mundos de sueño en remojo" —habló
Cazador del Aire. Y también castigó a la tierra, porque realmente
estaba muy enojado.
Después todo quedó destruido y
Cazador del Aire se mostró orgulloso con sus garras y moviendo sus
plumas de pájaro gigante.
Al Ambimano y a sus artistas los vencí
por una garra —dijo—.
Pasaron los años. Los siglos también
pasaron...
La tierra renació y esta vez las artes
les fueron recomendadas a los animales, a las flores y también a las
piedras. Sí, así fue. La poesía se encontraba en la flor del
cactus y en la flor del amatle. Los pájaros que tenían las plumas
más coloridas se encargaron de la pintura y los que mejor cantaban,
de la música.
Luego fueron por los caminos y
encontraron piedras con forma de rana, de quetzal y otras, así que
el arte de la escultura se recomendó a las piedras que tienen forma
de animales. ¿Te has dado cuenta de que en los caminos y en los
montes existen piedras y peñascos que tienen forma de animales?
Volvió a pasar el tiempo. Todo en la
naturaleza era muy bello. El mundo entero estaba lleno de música, de
color y de canto. ¡Maravilloso!
Pero esta vez alguien pensó que,
aunque existían cosas muy lindas, algo les faltaba, algo así
como... magia.
Ese alguien era ¡otra vez! Cazador del
Aire. El se quejaba de que a las flores, a los pájaros, a las
piedras con formas de animales y a todas esas maravillas le faltaba
un soplo mágico.
—Pero, Cazador, para la música
existen el sensontle el jilguero, la calandria y el rumor del viento
entre las ceibas —le dijeron.
—Sí —contestó—, existe la
música en las aves y en el rumor del viento entre los árboles, pero
no tienes magia.
—La poesía existe en las flores, en
los sonidos y en los silencios de los animales —trataron de
explicarle.
—Sí, existe la poesía, pero no
tiene magia —replicó.
—¿Y la pintura? ¡Ah, la pintura!
¿Ves las guacamayas, los azulejos, los colibríes y las mariposas?
¿Las ves, Cazador del Aire? Pues en ellas existe la pintura.
—Las veo —contestó algo irritado—,
pero en ellas no existe magia.
Y así trataron inútilmente de
convencerlo.
Entonces apareció un mensajero al que
todo se le olvidaba. Era el Emisario Olvidadizo.
El Emisario Olvidadizo traía un
mensaje muy importante de los Oropensantes—luceros—dioses: —Al
amanecer —habló el Emisario—cuando la niebla se levante serán
creados los Cuatro Magos del Cielo con "ombligos de sol y
copales preciosos". De "burbujas de maíz" serán
creados.
De maíz blanco se formaron los
dientes; la carne, con maíz amarillo y con maíz negro se formaron
los cabellos, los ojos y el sueño.
Y se vio la creación de los Cuatro
Magos del Cielo...
Lo único que no se vio fue cuando les
cicatrizaron los ombligos con "telarañas de humo de tabaco,
copal, polvo de palabras molidas" y magia.
Estos cuatro magos eran cuatro en uno o
uno en cuatro; por eso se llamaban Cuatricielo o el Hombre de las
Magias.
Al terminar la creación se
preguntaron: —¿De qué vestiremos a Cuatricielo? ¿Cómo serán
sus ropas? Y luego de pensarlo un momento dijeron:
—Lo vestiremos de plumas verdes y
azules de quetzal y también con flores cubiertas de rocío. iSe verá
impresionante! —exclamaron.
Ahora prepárate para conocer a
Cuatricielo. Este tenía cuatro cabezas, ocho piernas con todo y sus
pies y ocho brazos y ocho manos. ¡Ah, y se me olvidaban los cuatro
ombligos de sol y los ciento veintiocho dientes!
Cuatricielo era realmente mágico, con
sus cuatro cabezas en forma de medias lunas. Estaba parado en las
cuatro puntas del cielo. En el Este estaba el color para la pintura;
en el Oeste, la forma para la escultura; en el Norte se situaba la
palabra para la poesía y en el Sur, el sonido para la música.
Cuatricielo, cuatro en uno; uno en
cuatro. Camina girando y gira caminando. La tierra gira a sus pies
como girasol.
Cuatricielo, cuatrimago, cuatrigira...
Con Cuatricielo se crearon hermosos
poemas, canciones, pinturas. Pero, como en las veces anteriores —¿lo
recuerdas?—, alguien pensó algo...
Ese alguien eran esta vez los Cazadores
Celestes que escucharon las quejas de los artistas. Estos se quejaban
de que sus obras sólo servían para que los dioses, asomados a los
"agujeros de la noche" disfrutaran de tanta belleza. Los
artistas querían que su arte fuera para todos.
Por eso los Cazadores Celestes o
Aguilas Cazadoras, también así llamados, les avisaron a los
Oropensantes—luceros—dioses que le darían caza a Cuatricielo,
con el fin de que las artes fueran liberadas para regocijo de todos
los humanos.
—"¡Cazadores a tierra!"
—gritaron; abordaron sus naves de plumas con sus estandartes de
rocío negro e iniciaron la persecución.
Los Cazadores Celestes o Aguilas
cazadoras eran cinco:
— El jefe de Cazadores, Aguila de
Arboles, dejaban sus huellas verdes sobre la tierra. Su flecha de
pluma de quetzal apuntaba hacia el mediodía.
Aguila de Luciérnagas de Sol, dejaba
sus huellas amarillas sobre la tierra. Con sus cabellos de miel
apuntaba hacia el Poniente su flecha de luz que se apagaba y se
encendía.
Aguila de Sueños, dejaba sus huellas
negras debajo de la tierra porque andaba de cabeza. Apuntaba su
flecha hacia la medianoche.
Aguila de Fuego, dejaba sus huellas
rojas sobre la tierra y su flecha la apuntaba hacia el Oriente.
Aguila de Nubes, dejaba sus huellas
blancas sobre la tierra y apuntaba su flecha hacia la luna.
Cuando Cuatricielo se dio cuenta de que
lo querían vencer, huyó muy asustado hasta encontrar refugio en el
lago, el gran espejo escondido entre montes y volcanes.
Los Cazadores lo vieron, aunque al
principio no se atrevían a bajar al lago. Cada uno soñaba que
Cuatricielo se iba transformando en algo que ellos pudieron vencer
más fácilmente:
Primero soñaron que Cuatricielo se
transformaba en maniquí de paja; de maniquí de paja se transformó
en muñeco de escarcha; de muñeco de escarcha en mazorca de maíz
amarillo y de mazorca de maíz amarillo se transformó en lava
transparente.
Los Cazadores Celestes le explicaron al
lago porqué querían, apresar a Cuatricielo, pero éste lo defendió.
El lago llamó a los Cazadores para que
se vieran en sus aguas como en un espejo, pues pretendía atraparlos.
—"En mis espejos te verás más
luminoso"— dijo el lago a los Cazadores, también llamados
Arcoiris o Señor Siete Veces Precioso, porque eran de colores.
Pero los Cazadores no quisieron mirarse
en el espejo del lago porque "de cabeza no se puede vivir"
—dijeron.
—Entonces vete antes de que seas
destruido —gritó el lago y siguió escondiendo a Cuatricielo.
En ese momento, los Cazadores Celestes
ya rodeaban al lago; danzando y jugando lo rodeaban.
Y empezo la gran batalla... Los
Cazadores con sus estandartes, sus escudos y sus flechas; el lago con
sus olas, sus tumbos y sus juncos. Cuatricielo intentando defenderse.
Los cuatro magos en uno reunidos en el inmenso "plato azul"
del lago, con sus ombligos de sol y sus caras de medias lunas hablan
de su música, de su pintura, de su escultura y de su poesía. Pero
los Cazadores, cercando el lago, danzando los cinco, dejando sus
huellas de arcoiris.
En un instante fue el torbellino:
flechas, olas, plumas, colores, huellas, tumbos, pájaros,
reflejos...
Herido el lago se quejaba. Herido el
cielo se quejaba. Herido el viento se quejaba.
Herido ¡ay! Cuatricielo se quejaba...
Sí, así fue. Era el mediodía cuando,
de pronto, Aguila de Sueño lanzó una flecha al sol. Y como el lago
también era espejo, allí se reflejó el flechazo del Cazador y ese
reflejo venció a Cuatricielo.
Entonces, los cuatro magos se desataron
del nudo que unía los ombligos, las cabezas, las burbujas de maíz,
los sonidos, los colores, las palabras, los cantos, las plumas, los
copales y la magia...
Cuando todo acabó, la lluvia apresó
al lago con sus gotas, como en una jaula.
Los Cazadores fueron por el agua para
acercarse a los cuatro magos: El de la flecha amarilla venció al
dibujo y al color del mago de la pintura.
El de la flecha blanca venció al
sonido y a la armonía del mago de la música.
El Cazador de la flecha negra venció a
la línea y a la forma del mago de la escultura.
El de la flecha roja venció al canto y
al poema del mago de la poesía.
Por último, Aguila de Arboles, Jefe de
Cazadores, disparó su flecha verde a las nubes que ya se acumulaban
sobre el lago y exclamó con emoción:
—De ahora en adelante, que todos los
pueblos se llenen de pintores, de músicos, de poetas, de danzarines,
de talladores; que las artes sean para todos los hombres y mujeres (y
también para los niños —dijo, guiñando el ojo—), porque el
arte es la luz de este "país de miel". Y para que este
compromiso no se olvide, a las artes se les hará recordar que deben
ser para todos los humanos. Este recordatorio se hará cada año,
cada año al llegar la primavera...
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