viernes, 21 de febrero de 2014

La Naturaleza Dual de la Biblia

La Biblia es la Palabra de Dios, y la Biblia fue escrita por seres humanos en culturas antiguas. Estas dos afirmaciones son verdaderas. La primera es una afirmación de fe; la segunda es cuestión de registros históricos. Ambas son importantes para la iglesia.

La iglesia busca verdades en la Biblia porque es la Palabra de Dios. Al ser la Palabra de Dios, la Biblia es una autoridad; revela a Dios. Pero Dios siempre se revela a nosotros a través de cosas de nuestro entorno: acontecimientos (ej: el éxodo de Égipto), los ritmos del mundo natural (ver Salmo 104), fenómenos como tormentas (ver Salmo 29), y así sucesivamente. Por lo que no es sorpresa que Dios se revelara en un libro que es un vestigio de culturas antiguas – la Palabra de Dios llega a nosotros en y a través de las palabras de seres humanos.

Puede parecer extraño que Dios utilizara elementos ordinarios del mundo como vehículos de revelación. ¿Por qué Dios no simplemente se nos aparece? La respuesta es que Dios no se aparece. Dios “vive en luz inaccesible, a quien nadie ha visto ni puede ver” (1 Tim 6:16). La revelación de Dios es por lo tanto siempre indirecta. La presencia de Dios, aun cuando es más vívida, viene a nosotros a través de elementos que están en el mundo, como cuando Ezequiel “vió visiones de Dios” en su experiencia del viento tempestuoso que venía del norte (Ezq. 1) y cuando Jeremías en un momento de discernimiento profético escuchó a Dios hablar mientras observaba a un alfarero trabajando el barro (Jer. 18:1-11). La revelación, en otras palabras, ocurre cuando Dios toma algo del mundo creado y lo usa para dar a conocer a Dios mismo. Nosotros “vemos” a Dios y “escuchamos” a Dios en nuestra experiencia de cosas ordinarias. De manera que un entendimiento cristiano de la Biblia tiene que tomar en cuenta el estátus de la Biblia como la Palabra de Dios y también su estátus como un objeto histórico y humano. Es este libro tan humano el que, al mismo tiempo, es la Palabra de Dios para nosotros.

Podemos ver cómo lo divino y lo humano se unen en la Biblia si pensamos en Jesucristo. Jesucristo es la unión perfecta de Dios y la naturaleza humana – no una combinación 50/50 o una mezcla. Él es la encarnación del Hijo divino. Pero él también es humano en todo el sentido de la palabra. Como divino, Jesús es la presencia plena, completa de Dios entre nosotros. Como humano, Jesús de Nazaret era como el resto de nosotros. Tenía una estatura y un peso dado. Tenía comidas favoritas y comidas no tan apetecidas. Cuando se golpeaba el dedo del pie con una piedra, sangraba. Cuando se enfermaba de gripe, le dolía la garganta. Y así este hombre era Dios, la presencia divina entre nosotros.

Al pensar en Jesús vemos que Dios es capaz de usar y transformar la naturaleza humana para que sea un instrumento útil para la voluntad y revelación de Dios. En Jesucristo esto ocurre a través de la unión del Hijo y la naturaleza humana. Esta unión crea una persona que es completamente divina y completamente humana. La naturaleza divina no compromete o disminuye la naturaleza humana; la naturaleza humana no compromete o disminuye la naturaleza divina. La dos naturalezas están unidas en una persona en una armonía maravillosa.

Pensar en Jesucristo de esta manera nos ayuda a entender cómo la Biblia puede ser la Palabra de Dios y también las palabras de seres humanos. Como con Jesucristo, la Biblia tiene un carácter divino-humano. Por supuesto, a diferencia de Jesucristo, la Biblia no es una persona divina-humana; la Biblia es una analogía de Jesucristo pero solo una analogía. Sin embargo, en la Biblia Dios usa cosas humanas – pensamientos, sentimientos, escritos – para revelación de manera que la Palabra de Dios y estas palabras humanas queden unidas e inseparables. La unión de la palabra Divina y las palabras humanas es la razón por la que el Nuevo Testamento a veces atribuye los escritos del Antiguo Testamento al Espíritu Santo (Hechos 28:25), a veces al Espíritu a través del ser humano (4:25), y a veces a escritores humanos (2:25). Pensar en la Biblia como divina y humana preserva las convicciones del Nuevo Testamento de que la Biblia es la Palabra de Dios y también de que es, en todo el sentido de la palabra, un trabajo completamente humano.

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