— JoseSamuel Merida (@profJSMerida) 4 de marzo de 2019EL IMPARCIAL, 4 de marzo de 1957 (recopilado por José Samuel Mérida)
Muy pocos guatemaltecos saben qué es Semouc Champey.
Todavía más: pocos verapacenses lo conocen y también pocos cobaneros. Realmente no hay palabras para describir con aproximación el espectáculo que: farallones, ríos, lagunas, cascadas, colores, frescura, tibieza, horror, dulzura, espanto, ensalmo, estremecimiento y saudade; estruendo y apacibilidad; cataclismo y quietud celestial, forman en menos de un kilómetro cuadrado al unirse los ríos Cahabon y Semouc al sureste del municipio de Lanquín en el departamento de Alta Verapaz.
No diremos que hemos descubierto, ni que estamos revelando algo sensacional puen un inglés tomó 18 rollos de películas de los cuales uno tiene el presidente Castillo Armas —pero sí estamos vulgarizando algo no sensacionalismo: una atracción turística UNICA y de la categoría excelsa del Gran Cañón del Colorado, las Cataratas del Niágara o las de Yosemite.
Y debe atraer —con justicia y recompensa por la fatiga— tantos turistas como aquellas tres maravillas absorben: millones por año.
Cuando decimos que es algo único, que no tiene nada parecido en el mundo estamos segurios de así es y el lector —si avanza en esta descripción, lo comprenderá fácilmente.
Lo decimos dolidos que haya algo mejor que el Lago de Atitlán y asombrados de que también lo haya mejor que Golfo Dulce... pero así es... Semouc Champey es mejor (dada su unicidad) que la maravilla de Panajachel y del Golfete del Polochic, pues lagos magníficos hay por centenares en el mundo y ríos compaables al desagüe del Izabal, también por docenas.
En cambio dos ríos que se combinan como en Semouc no los puede haber, ni en la inexplorada África, ni en la inescrutada selva Amazónica, ni en parte alguna del mundo.
¿Qué es pues, ese espectáculo maravilloso?
1. Es un kilómetro cuadrado de terreno desigual pero no muy inclinado y perfectamente recorrible a pie enjuto por las orillas, se juntan dos rios y hacen una serie de fenómenos espectáculares y grandiosos, sublimes y cataclísmicos.
2. El río Cahabón —ya enorme como es el Polochic a la altura de La Tinta— y como él verde azuloso transparente, desemboca desbocado por el extremo sur del cuadrilátero, entre dos estrechos farallones inmensos; viene bramando dentro de un callejón; al desembocar en el claro amplio se topa con una roca —un relieve abrupto de la sola roca que es todo el terreno— que intenta detenerlo; se le encarama encima desmelenado como aquel león que imaginó Chocano al referirse al Niágara...
“Y finge ante la atónica mirada—la flotante, melena enmarañada—de un león enjaulado en el abismo”.
A pocos metros —menos de cien— ese torrente furioso es “engullido” por una boca o cueva abierta en el suelo; el río entra allí en embudo y malestrum y ese maravilloso espectáculo es posible verlo desde cerca, oírlo y gozarlo, asentada la barbilla del espectador en el borde mismo de la vorágine de espuma y junto al bramido titánico del río...
3. Un escaso kilómetro más abajo surge el mismo río en borbotón como el famoso de San Juan en Aguacatán, Huehuetenango.
4. En el puente de un kilómetro que cubre ese trayecto subteráneo se arrellana plácido y tranquilo —sin ruido, pero ocupándolo todo el rio Semouc que viene de la montaña que cierra el cuadro nor oriente. Viene de la montaña y al llegar allí —precismente donde el Cahabón se sumerge— se curva en ángulo recto y avanza hacia el norte superpuesto al subterráneo; pero aparente y magnífico.
5. En efecto el Semouc recorre el kilómetro cuadrado haciendo una serie de laguneta y cascaditas, que deslizan casi sin ruido en una quietud, tibieza, color y mansedumbre verdaderamente celestiales. Las lagunas del Semouc merecen una descripción aparte.
6. Todo el contenido de las lagunas se reúne al extremo norte y se precipita en corta cascada exactamente sobre los borbollones de salida del río Cahabón.
7. El kilómetro cuadrado que contiene esta maravillosa mezcla de vorágine y cielo, está enmarcado por farallones de centenares de metros de altura en parte desnudos mostrando roca viva —en parte cubiertos de feraz vegetación y árboles milenarios; y por encima el cielo que remata y completa el espectáculo.
Sumadas todas estas cosas, producen un foco de belleza inigualable, EN NADA PARECIDO a otras bellezas naturales. Y falta todavía darse cuenta de como son las lagunas de Semouc. Lo que veremos mañana.
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