Desde épocas pre-hispánicas el jaguar
(Panthera onca) ha sido un elemento importante en las sociedades
humanas; para la cultura Maya el jaguar es Balam, voz con la que los
mayas se han referido al felino más poderoso del continente
americano y que a la vez es una imagen, un símbolo, un personaje
mítico, un emblema de poder, un atributo del poder político, rector
del tiempo, señor de la noche y soberano del inframundo. Los relatos
más antiguos sobre jaguares en Guatemala se encuentran en el famoso
libro Popol Vuh, el cual es una recopilación de varias leyendas
provenientes de los diversos grupos étnicos que habitaron el
territorio Quiché (sur de Guatemala y parte de Centro América)
antes de la venida de los españoles [...“Hablad, gritad; podéis
gorjear, gritar. Que cada uno haga oír su lenguaje según su clan,
según su manera”. Así fue dicho a los venados, pájaros, pumas,
jaguares, serpientes (Popol Vuh).]. La primera referencia sobre los
jaguares en Guatemala, tras la llegada de los españoles, data de
1722; Fray Francisco Ximenes publica la Historia Natural del Reino de
Guatemala y explica cómo los jaguares son considerados una plaga que
hay que exterminar porque son nocivos para sus pobladores.
A pesar de su importancia ecológica y
cultural, los jaguares guatemaltecos enfrentan serios desafíos para
su mantenimiento a largo plazo. En el país sus principales amenazas
son la cacería ilegal de la especie y sus presas, incendios
forestales, y la destrucción y transformación del hábitat debido a
la expansión de actividades agrícolas y ganaderas en áreas
protegidas, bosques comunitarios y otros remanentes de su hábitat.
La designación del 33% del territorio nacional como área protegida
de algún tipo, apoyó grandemente los esfuerzos de conservación del
jaguar y su hábitat en el país; dentro del cual la Reserva de
Biosfera Maya en la región norte de Guatemala, constituye el bloque
de bosque continuo más extenso de su sistema de áreas protegidas.
La distribución histórica del jaguar
en Guatemala abarcó cerca del 95% del territorio guatemalteco
(105,000 km2) antes de la llegada de los españoles y su degradación
muy probablemente inició en los años 1960 durante el auge de los
cultivos de caña de azúcar en la Costa Sur guatemalteca que
substituyeron a los del algodón. En los
años 1980, Guatemala se convirtió en uno de los principales
exportadores de ese producto en el mundo, provocando la extinción de
los jaguares en la región sur de Guatemala.
La falta de tierras laborables y el
conflicto armado interno hacen que en los años 1970 el hábitat
norteño del jaguar inicie su reducción por las migraciones masivas
de gente principalmente a los departamentos de Petén, Quiché y Alta
Verapaz.
En esa época, en el departamento más
grande de Guatemala (Petén) el Gobierno impulsa una política de
“desarrollo” para colonizarlo por medio del programa Fomento y
Desarrollo Económico de El Petén (FYDEP) y así liberar la presión
social de las mejores tierras del sur del país. A todo esto hay que
sumarle el grave deterioro causado por la exploración petrolera que
inicio en los años 1980 realizando la apertura de caminos que
permitió la entrada descontrolada e ilegal de colonizadores, sobre
todo al Parque Nacional Laguna del Tigre.
Uno de los hechos que ayudó a
disminuir el exterminio de jaguares en Guatemala fue la firma del
convenio de la CITES en 1979, ya que redujo la demanda de sus pieles.
A inicios de los años 1990 lo que quedaba de su distribución,
especialmente en la región norte, amenazaba con ser destruido por la
tala y quema en menos de 30 años. Gracias a la creación de la Ley
de Áreas Protegidas y el nacimiento de la Reserva de Biosfera Maya
se inicia una nueva era de conservación de especies de interés
nacional, incluyendo al jaguar. A pesar de eso aún siguen existiendo
muchos desafíos para lograr su cometido de conservación de dichas
especies a largo plazo.
El primer estudio con cámaras
automáticas en Guatemala se realizó en el Parque Nacional Tikal,
pero por falta de suficientes eventos de fotocaptura no fue posible
estimar la abundancia de jaguares en el Parque, aunque se demostró
con poca robustez, que existía una proporción de pumas respecto a
jaguares de 2:1.
En el 2001, Anthony Novack contribuyó
al entendimiento de los jaguares del Biotopo Protegido Dos Lagunas,
la parte oeste del Parque Nacional Mirador - Río Azul y norte de la
Unidad de Manejo Uaxactún al colectar varias muestras de heces de
felinos en esas localidades y desarrollar una evaluación sobre la
separación de nichos de jaguares y pumas por medio de los restos de
las presas dejadas en sus heces. Al comparar las dietas de los pumas
y jaguares de áreas remotas (Dos Lagunas) con las de los alrededores
de la comunidad de Uaxactún (sujeto a cacería) no se encontraron
diferencias estadísticamente significativas en la dieta de ambos
felinos entre las áreas. Al comparar el traslape de las dietas de
jaguares y pumas entre las áreas se encontró que éste fue
relativamente bajo y varió poco entre las áreas. Los jaguares
consumieron más armadillos (Dasypus novemcinctus) y pizotes (Nasua
narica) que los pumas en las áreas remotas, y los pumas consumieron
más cabritos (Mazama sp.) y tepezcuintles (Agouti paca) que los
jaguares en estas áreas. En los sitios cercanos a la comunidad el
traslape en la dieta de los jaguares y pumas fue marginalmente
diferente, los jaguares consumieron significativamente más
armadillos (Dasypus novemcinctus), coches de monte (Pecari tajacu) y
pizotes (Nasua narica), pero menos cabritos (Mazama sp.) que los
pumas.
Los valores de densidad reportados van
desde 0.79 ± 0.40 hasta 2.94 ± 0.74 jaguares/100 kms2.
El mapa de distribución actual de los
jaguares en Guatemala aun tiene algunos desafíos por resolver; debe
ser verificada la presencia de la especie en bloques importantes de
bosque, como la Reserva de la Biosfera Sierra de las Minas,
Visis-Caba y Sierra Santa Cruz; especialmente porque son áreas
protegidas ya establecidas y la presencia de jaguares fortalecería
la voluntad pública y gubernamental para su conservación. Como en
muchos sitios en Guatemala y la región, si no es posible verificar
la presencia de la especie utilizando cámaras automáticas por el
vandalismo y la inestabilidad social de los sitios, hay que tomar en
cuenta que la identificación de las especies por medio del ADN
dejado en sus heces cada día está más al alcance de los
presupuestos de los investigadores y ha demostrado ser un método
valido para estos casos.
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